hola, Edgardo, como estas?... Me atrevi a enviarte una reflexiones, tengo muchas, y quise compartirla con usted... Gracias y saludos

En los días en que un helado costaba mucho menos, un niño de 10 años entró en un establecimiento y se sentó en una mesa. La mesera puso un vaso de agua en frente de el.

-¿Cuánto cuesta un helado con chocolate y mani? -preguntó el niño-

-Cincuenta centavos -respondió la mesera-

El niño saco su mano de su bolsillo y examino un número de monedas.

-¿Cuánto cuesta un helado solo?

Algunas personas estaban esperando por una mesa y la mesera ya estaba un poco impaciente.

-Treinta y cinco centavos -dijo ella bruscamente-

El niño volvió a contar la monedas.

-Quiero el helado solo

La mesera le trajo el helado, y puso la cuenta en la mesa y se fue. El niño terminó el helado, pagó en la caja y se fue. Cuando la mesera volvió, ella empezo a limpiar la mesa y entonces le costó tragar con lo que vio. Alli, puesto ordenadamente junto al plato vacio, habían quince centavos...

Su propina.

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Hace mucho tiempo, un rey colocó una gran roca obstaculizando un camino. Entonces se escondió y miró para ver si alguien quitaba la tremenda roca. Algunos de los comerciantes mas adinerados del rey y cortesanos vinieron y simplemente lo dieron la vuelta. Muchos culparon al rey ruidosamente de no mantener los caminos despejados, pero ninguno hizo algo para sacar la piedra grande del camino. Entonces un campesino vino, y llevaba una carga de verduras. Al aproximarse a la roca, el campesino puso su carga en el piso y trato de mover la roca a un lado del camino. Después de empujar y fatigarse mucho, el lo logro. Mientras recogia su carga de vegetales, el notó una cartera en el piso, justo donde había estado la roca. La roca contenía muchas monedas de oro y una nota del mismo rey indicando que el oro era para la persona que removiera la piedra del camino. El campesino aprendió lo que los otros nunca entendieron. Cada obstáculo representa una oportunidad para mejorar la condición de uno.

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Hace muchos años, cuando trabajaba como voluntario en un Hospital de Stanford, conocí a una niñita llamada Liz, quien sufría de una extraña enfermedad. Su única oportunidad de recuperarse aparentemete era una transfusión de sangre de su hermano de 5 años, quien había sobrevivido milagrosamente a la misma enfermedad y había desarrollado los anticuerpos necesarios para combatir la enfermedad. El doctor explicó la situación al hermano de la niña, y le preguntó si estaría dispuesto a dar su sangre a su hermana.. Yo lo ví dudar por solo un momento antes de tomar un gran suspiro y decir:

-Sí, lo haré, si eso salva a Liz.

Mientras la transfusión continuaba, el estaba acostado en una cama al lado de la de su hermana, y sonriente mientras nosotros lo asistiamos a el y a su hermana, viendo retornar el color a las mejillas de la niña. Entonces la cara del niño se puso pálida y su sonrisa desaparecio. El miro al doctor y le pregunto con voz temblorosa.

-¿Empezaré a morirme en seguida?

Siendo solo un niño, este no había comprendido al doctor; el pensaba que le daría toda su sangre a su hermana. Y aún así se la daba.

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Domenico

 

Copyright © 1999 Edgardo Tousón.  Reservados todos los derechos.
Revisado: 13 de Mayo de 2000